Sexualidad y postparto

Noticia publicada el 15-08-2018

¿Qué entendemos por sexualidad? No es un instinto, no es una práctica, no es una tendencia sexual… es mucho más que eso. Es una dimensión dentro de la cual el ser humano se mueve a lo largo de toda su vida, que no está determinada únicamente por sus prácticas sexuales. Es un valor individual. Es plástica, es flexible…

Empecemos por el principio. Consideraremos nuestro sexo como la identidad sexual, es decir, aquel con el que yo en primera persona me identifico independientemente de mis genitales. La sexualidad sería como vivo mi identidad sexual. En este amplio espectro podríamos englobar, por ejemplo, cómo me relaciono con los demás, cómo expreso ese sentir sexual verbal y no verbalmente, cómo me visto, que orientación sexual tengo, que prácticas sexuales me gustan... Es un concepto amplio y dinámico que puede variar a lo largo de la vida en función de experiencias, vivencias, apetencias… Merece la pena diferenciar actividad sexual de sexualidad, mientras que la actividad se refiere solo a la amatoria, es decir a las prácticas sexuales, la sexualidad abarca un campo mucho más amplio.

Dice Francisca Molero, Directora del instituto Catalán de sexología, que la sexualidad es una fuente de salud, de placer, de afecto, de intimidad, sensualidad y creatividad; y está presente a lo largo de toda nuestra vida, aunque se manifieste de forma diferente según las etapas vitales por las que pasamos. Sin embargo, no es comprendida en toda su complejidad por el ser humano. Los tabúes, las expectativas impuestas por la sociedad, las falsas creencias, las experiencias vitales, etc. pueden conllevar insatisfacción en el individuo o una vivencia simplista, o no plena, de su sexualidad.

El puerperio como etapa de adaptación progresiva al nuevo rol de madre es poco respetado en primer lugar por las propias mujeres, ya que las exigencias socio-culturales parecen esperar  una vuelta a las condiciones físicas, psíquicas y sociales previas en un “corto” espacio de tiempo. ¿Qué supone realmente el puerperio? Con el parto llega la primera ruptura emocional de la mujer, la separación física del bebé, cuyas expectativas por naturaleza, seguirán siendo continuar la exogestación (gestación extrauterina de duración variable durante la cual el bebé sigue nutriéndose a través del cuerpo de la madre, no solo en cuanto a alimento, si no también contacto, protección, cuidado…). No hablamos de cuarentena, no hablamos de un “recuperar el cuerpo físico”, no hablamos de útero contraído, ni del fin del manchado, tampoco de puntos de sutura reabsorbidos… hablamos del nacimiento de la identidad de madre.


Podríamos asemejar este período adaptativo a una hibernación, un cierto parón de las actividades externas, una etapa necesaria para tener controlada la nueva situación tras la cual la identidad anterior (de hija, de compañera de trabajo, de pareja, de amiga…) se completa con la identidad de madre. Esa hibernación es la espera del renacer que traerá consigo la primavera o en nuestro caso, la adaptación a los cambios y la identidad enriquecida. Cabe mencionar que es posible que una vuelta a la normalidad no se viva como tal, ya que los cambios producidos al interno de la familia son múltiples y relevantes.

Numerosos autores han hablado sobre el espectro emocional materno posparto y con ello de su influencia en la actividad sexual, más que en la sexualidad, sin embargo, la falta de tiempo y una pobre formación académica en sexología de los profesionales que acompañamos la fisiología del embarazo y posparto hace que las parejas no reciban la información y el apoyo más adecuado. Sería fundamental conocer, biológicamente hablando, cual es el rol de cada miembro de la pareja en la llegada del nuevo ser, para intentar desgranar la vivencia de la maternidad/paternidad y así comprender su impacto emocional, que tantos cambios conlleva en la relación de pareja y, por supuesto, en su sexualidad.

Por un lado, está la madre, cuyo papel como decíamos, será el de proteger a la cría dándole seguridad y nutrición. Es deseable que las necesidades del bebé se vean cubiertas, para garantizar un desarrollo óptimo, tanto físico como emocional… ya que todo ello, irá forjando una relación de apego seguro con el cuidador principal en esta etapa, que influirá, junto con otros hechos  importantes en la vida (embarazo, crianza, relaciones sociales, experiencias vitales…), en el desarrollo de la personalidad futura; pero sin duda la teoría del apego forma parte de otra historia.

Por otro lado, está el padre, cuyo papel será el de la protección del nido o, para entendernos, proteger la diada madre/bebé. Su labor es crucial para que se pueda reforzar el vínculo madre e hijo (ya iniciado durante la gestación) y que ese desarrollo físico y emocional sea lo más fisiológico posible. El apoyo a la madre durante el maternaje, sosteniendo la tarea de nutrir a través de contacto y alimento al bebé, es un trabajo sutil que requiere comprensión y afecto.

Esa protección del ambiente físico y emocional para el que la naturaleza hormonalmente predispone a la madre, dará una base sólida para que la madre y el padre encuentren el equilibrio y armonía para la formación de la familia. Celia Navarro Gil matrona y sexóloga de Amaltea (Instituto de sexología y psicoterapia), observó que las mujeres que se sienten apoyadas tienen muy buen pronóstico para su sexualidad.

 

“La sexualidad vivida con plenitud, integrando lo femenino y lo masculino, es una medicina para el espíritu y un remedio para el alma”.
LAURA GUTMAN

 

A menudo, el vínculo padre/bebé se inicia tras el nacimiento e irá fortaleciéndose progresivamente a medida que el bebé va desarrollando su autonomía (desarrollo de la visión de lejos, giros, destete, gateo, exploración externa, caminar, etc.) y cimentando su separación de la madre, pasando a ser el padre, el cuidador con el que explorar el mundo exterior ya a algo más de distancia del cobijo de su madre. No existe un rol más importante que otro, sin embargo, ambos serán el cuidador principal en fases distintas del desarrollo de la cría.

Ahora sí, enlazando todo esto con el tema que nos ocupa… en el postparto las apetencias sexuales pueden verse mermadas, no solo debido a la falta de sueño, la falta de tiempo para una comunicación de calidad, las eventuales molestias tras el parto o a los quehaceres que representa una criatura demandante e indefensa, sino debido a que la sabia naturaleza hace que las hormonas principales de la lactancia disminuyan la libido y la secreción vaginal. Es su manera de evitar un nuevo embarazo mientras la cría recién llegada necesita todas las atenciones de sus progenitores para garantizar su supervivencia. Sorprendentemente, hay estudios que demuestran que la prolactina (hormona responsable de la producción de la leche) también aumenta en los nuevos padres disminuyendo su apetito sexual, por lo que, hasta aquí, todos de acuerdo. Recordando que la sexualidad es un vasto terreno sembrado de encuentros, contacto, miradas, abrazos, besos, caricias, juegos, risas, apoyo, comunicación y un infinito etcétera, cabe resaltar que la prolactina disminuye la libido pero no anula nuestra sexualidad en absoluto. Ambos miembros de la pareja requieren un tiempo de adaptación a la nueva situación y sentirse bien tanto física como psíquicamente. La comunicación, el apoyo, el refuerzo positivo y la comprensión mutua harán más fácil esta transición.

Es necesario mencionar que cada pareja es un mundo y no hay reglas de oro, sin embargo, podría sugerirse en los primeros encuentros tras el parto no fijarse el objetivo de la penetración o el orgasmo. Es lo que los sexólogos llaman “Erótica tipo paseo versus erótica tipo finalista”. Disfrutar del encuentro tratando de erotizarse con los cinco sentidos y de la sexualidad en toda su amplitud.

Y recordar que, el posparto es una situación temporal y reversible.•


Cristina Fernández Iglesias
Matrona

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