La alimentación en las primeras etapas

Noticia publicada el 15-08-2019

La alimentación en los primeros años de la vida, en especial los primeros 1000 días (embarazo, lactancia, alimentación entre los 6-12 meses y de 12 a 24 meses) junto al establecimiento de hábitos saludables, tienen gran importancia en la prevención de enfermedades a lo largo de la vida. Sobre todo está muy relacionado con el desarrollo específico de enfermedades cardiovasculares, diabetes, obesidad y algunos tipos de cánceres.

Además, no debemos olvidar que los hábitos que adquieran las niñas y niños en esta etapa serán las pautas para el resto de su vida, es decir, los gustos y preferencias, el tipo de alimentación, así como las cantidades que se ingieren de los alimentos, dependen de lo que se aprendió en estos primeros años.
Por eso, es importante que los padres tengan información actualizada para crear buenos hábitos de alimentación en sus hijos.

Pero empecemos por el principio, ningún alimento contiene todo lo necesario para mantener el aporte de energía y nutrientes, excepto la leche materna. La leche materna es capaz de ofrecer todos los nutrientes que un bebé necesita, pero solamente hasta los 6 meses de vida. A partir de esta edad debemos ofrecer alimentación complementaria, dentro de la cual debe haber alimentos de los diferentes grupos (cereales, verduras y frutas, grasas, aceites, carnes, pescados, huevo, legumbres y otros) evitando así deficiencias nutricionales con consecuencias en la salud futura.

 

La Leche

El niño alimentado con leche materna tiene todas las necesidades nutricionales cubiertas hasta los 6 meses, por lo que, si tiene un buen peso y talla, no necesitará comer ningún otro alimento durante este período. Solo se deberá tener en cuenta la vitamina D (400 UI al día), a pesar del buen clima del que gozamos en Canarias. La vitamina D es necesaria para la absorción del calcio de los alimentos, cuyas necesidades están aumentadas en esta etapa de crecimiento rápido. Estas cantidades de vitamina D se aportarán diariamente, tanto en el niño alimentado a pecho como en el alimentado con fórmulas de leche.

En el lactante alimentado con leche de fórmula (dada su composición), también cubre todas las necesidades nutricionales del bebé hasta los 6 meses, pero se pueden añadir pequeñas cantidades de cereales sin gluten y frutas de manera progresiva a partir de los 4-5 meses, como aporte extra de calorías. La composición de las distintas fórmulas sucedáneas de la leche materna solo difieren entre ellas en otros nutrientes (oligosacáridos, probióticos, DHA) pero cualquiera de ellas puede ser una alternativa válida a la leche materna.

Las fórmula de leches vegetales (arroz, avena, almendras, soja) pueden suponer un menor aporte de energía con lo cual debemos controlar la evolución del peso del bebé, así como valorar posibles deficiencias de algunos minerales dependiendo del tipo de fórmula que se utilice. La leche de cabra es una opción válida y cubre todos los requerimientos de esta etapa pudiendo ser recomendada como alternativa a las fórmulas de leche de vaca.

Todas estas leches deberán ser fórmulas infantiles, de leche procesada o pasteurizadas, de lo contrario presentan riesgos para la salud. A partir de los 6 meses, el bebé alimentado a fórmula se pasa al número 2 que se adaptan más a las necesidades de esa etapa.

Nunca debemos introducir alimentos diferentes de la leche antes de los 4 meses. La introducción anticipada  se  ha relacionado con obesidad futura, aparición de alergias y posibilidad de anemia por pequeños sangrado intestinal.

 

Frutas y cereales

Las frutas en forma de papilla y en pequeñas cantidades son una alternativa al bebé alimentado con leche de fórmulas a partir de los 4-5 meses. En relación a la fruta, la introducción de una fruta nueva se hará cada 5 o 6 días y siempre en pequeñas cantidades por posibles alergias, pudiéndose incluso incorporar kiwi, melocotón y fresas antes del año. Se ofrecerán siempre en forma de papillas, con cuchara, nunca en forma de zumos (aunque sean naturales), ni en biberón.

 

Alimentación a partir de los 6 meses

Independientemente del peso del niño y del tipo de leche que toma, se iniciará la alimentación complementaria a partir de los 6 meses; el retraso en la introducción de esta se ha relacionado con deficiencias nutricionales (proteico-energética y deficiencia de hierro). El hierro que la madre transfirió al feto a través de la placenta se agota alrededor de los 6 meses por lo que es importante comenzar a ofrecer al niño alimentos que contengan hierro. La deficiencia de hierro es muy frecuente incluso en países desarrollados y es importante evitarla por la importancia que tiene en el desarrollo cerebral (cognitivo), de defensa (función inmunológica), en la síntesis de hemoglobina (anemia), entre otras. Las principales fuentes de hierro en la naturaleza son las carnes, los pescados, los cereales, las verduras, las legumbres y el huevo.

Teniendo en cuenta lo anterior, desde los 6 meses se introducirán verduras en forma de purés o potajes con carne (pollo, pavo o ternera), en cantidades que no superen los 30-35 gr./día de carne desde el inicio de la alimentación.

Después, se empezará con el pescado blanco (35gr./día), legumbres y huevo entero. El huevo se ofrecerá comenzando por la yema y, progresivamente, introduciremos la clara, recomendándose de 2 a 3 piezas de huevos a la semana.

Nunca se pondrá sal a la papilla por constituir una sobrecarga de solutos para los riñones inmaduros del bebé. El niño no conoce el sabor de lo que se le está ofreciendo por primera vez y esta puede ser la razón del rechazo al alimento y no por la creencia de los padres de que el alimento está soso.

Como podemos ver, el orden de introducción de los alimentos a partir de los 6 meses no es importante, lo verdaderamente importante es ofrecerlos pequeñas cantidades las primeras veces para ver si hay alergias, y esperar varios días entre la introducción de un alimento nuevo y de otro. Esto nos permite ir variando la dieta de manera que a partir de los 6 meses y antes de los 12 ya tome cantidades suficiente de cereales, frutas, carnes, pescado blanco, huevo y legumbres.

Los cereales con gluten se introducirán de manera progresiva desde los 6 meses. Una vez probado el gluten se aconseja alternar con otros cereales más naturales, es decir avena molida, gofio o quinoa.
En cuanto a la forma de preparación de los alimentos, estos deben ser cocidos, al vapor o a la plancha, nunca fritos. Hay que evitar el exceso de grasas, sobre todo saturadas, las carnes deben ser magras, sin grasa y ofreceremos solo 1 cucharadita de aceite de oliva virgen al día, que pondremos en la verdura.

El retraso en la introducción de alimentos en trocitos mas allá de los 12 meses se relaciona con malos hábitos de alimentación en la etapa posterior de la vida.

Los alimentos que no debemos ofrecer al niño antes del año son acelgas y espinacas (riesgo de metahemoglobinemia), pescados azules (por alto contenido en mercurio) ni mariscos (alto contenido en cadmio).

En cuanto a cantidades de verduras con carne o pescado se ofrecerán un promedio de 6-8 cucharadas al inicio, suficientes para cubrir las necesidades de hierro, proteína y energía. Se podrá ir aumentando progresivamente en la medida que el niño lo demande.

Las cantidades y la frecuencias de las tomas de leche referidas en lo envases de fórmulas de leche van siempre a máximos y no tienen en cuenta lo que cada niño, de forma individual, necesita. Tampoco será necesario alimentar al niño con leche cada 3-4 hora, ni siempre la misma cantidad. Se deberá hacer de igual forma que con el pecho, es decir a demanda, pero atendiendo al deseo del niño y nunca forzar al niño. Se dejará de ofrecer en cuanto el niño de señales de no querer más.

En casos de hijos de madres vegetarianas y veganas que deseen ofrecer estas dietas a sus hijas e hijos deberán estar informadas y buscar asesoramiento en cuanto a qué alimentos son importantes como alternativa para evitar deficiencias nutricionales sobre todo de hierro y Vitamina B12.

 

Alimentación entre los 12 y los 24 meses

En esta etapa es fundamental pensar que las niñas y niños no pueden, ni deben, comer como las personas adultas porque el crecimiento del niño sigue siendo muy importante y, por tanto, presenta unos requerimientos de energía muy superiores a la de una persona mayor, en especial de hierro, calcio, yodo, zinc, vitamina D y ácidos grasos esenciales para el desarrollo de diferentes órganos. Sin embargo, su capacidad digestiva es menor, por tanto la dieta tiene que continuar siendo acorde a sus necesidades y sana. Es importante continuar variando la dieta de manera que aprenda a comer los alimentos preparados de diferentes formas.

Evitar el exceso de ingesta de proteína de origen animal por el riesgo de sobrepeso y obesidad. Ofrecer como alternativas a las carnes de origen animal, otras fuentes de proteína vegetal como legumbres, frutos secos... Las recomendaciones diarias de proteína animal no deben exceder los 50 gr. al día, tomando como referencia para el tamaño de la ración el tamaño de la palma de la mano del niño o niña. Se ofrecerán entre 2-3 veces en semana. Se recomiendan 2-3 piezas de huevo a la semana así como pescado 3-4 veces a la semana.

Hay que evitar el exceso de grasas saturadas (bollería industrial, fritos, snacks) y azúcares refinados (bollería, zumos industriales, cereales refinados) por el elevado riesgo de síndrome metabólico y caries, y ofrecer en su lugar piezas de frutas en trocitos, cereales naturales y complejos (arroz integral, pasta integral, pan integral, gofio, avena, quinoa). Las verduras deberán consumirse a diario y constituirán el 50% del tamaño de la ración. Las acelgas y espinacas no deberán constituir más del 10% del total de las verduras por su alto contenido en nitritos. Evitar el exceso de sal (no hay que poner sal a la comida).

 

Neofobias

Hay que tener en cuenta que en esta etapa se desarrollan las llamadas “neofobias” y los conocidos hábitos de rechazo de alimentos que convierten a estos niños en “malos comedores”.
Este es un período transitorio que tenemos que poder entender y tratar con paciencia y no por ello recurrir a hábitos poco saludables (añadir azúcar, cola-cao, nesquick, zumos, sal, fritos, entre otros).
Podemos cambiar el “somos lo que comemos” como aceptación de que es algo que no se puede cambiar y comenzar a pensar  en que “podemos ser lo que comamos” ya que, en gran medida, lo que comemos y cuánto comemos en esta etapa de la vida determinará las enfermedades que padeceremos en un futuro.•


Dra. Xiomara Martín
Pediatra Hospiten Roca
Centro de Especialidades Vecindario

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