Autismo, reconocer las señales

Noticia publicada el 15-06-2018

Lo primero de todo es definir qué es el Trastorno del Espectro Autista (TEA). Se trata de una alteración que se da en el neurodesarrollo de competencias sociales, comunicativas y lingüísticas y, de las habilidades para la simbolización y la flexibilidad.

El TEA se manifiesta de manera diferente en cada niño y es uno de los trastornos que más dificultad presenta para dar una respuesta educativa. En muchos casos, hay ausencia total de lenguaje y cuando hay lenguaje, éste no es funcional. Los niños con TEA también tienen afectadas la visión de la realidad, tal y como la vemos los demás, y la comunicación no verbal.

Es muy importante hacer un diagnóstico precoz para iniciar la intervención médica y por supuesto, educativa y familiar. Estas dos últimas son especialmente importantes, ya que son el gran núcleo de su intervención general.

La colaboración de las familias y de los profesionales que trabajan con el niño es de vital importancia para que la intervención tenga éxito y puedan compartir escolarización con el resto de alumnado.

A través de la observación en el ámbito familiar se pueden establecer numerosas señales de alarma como pueden ser:

• En la comunicación: no responde a su nombre, hay un retraso en el lenguaje, en ocasiones parece sordo, no señala ni dice adiós con la mano, ha dejado de decir algunas palabras que antes decía.

• En el plano social: no sonríe a otros, parece que prefiere jugar solo, es muy independiente, no mira a los ojos, parece que está en su propio mundo y que no le importamos.

• En su comportamiento: hay rabietas, es hiperactivo y no colabora, anda de puntillas, no sabe jugar y usa repetidamente alguno de sus juguetes, alinea objetos, es hipersensible a algunas texturas o sonidos, hace movimientos extraños...

Es entorno al año y medio de vida cuando aparece un retroceso y es ahí cuando nos percatamos de las señales que vimos anteriormente. El niño pierde las palabras que decía, deja de mirar a las personas y cuesta establecer contacto visual con él. Sus rituales son cada vez más fijos e inflexibles: colocan sus juguetes en un determinado orden una y otra vez, no admiten productos de marcas diferentes a los que se habitúan a consumir, usan  un mismo plato en la comida y en la cena, etc.

En ocasiones, es durante la revisión de los 18 meses cuando se detectan algunas características del TEA a través de una prueba llamada M-CHAT. Se trata de un cuestionario para la detección de riesgo de autismo a los 18 meses. Este test puede ayudar a encaminar a padres y profesionales hacia la búsqueda de un diagnóstico especializado.

 

El M-CHAT es un test que puede ayudar a una primera detección de riesgo de autismo y encaminar a padres y profesionales a un diagnostico especializado.



Una vez detectado que el niño tiene algunas características del espectro autista hay que acudir al Neurólogo Infantil, quien hará una serie de pruebas que confirmarán o descartarán dicho trastorno.

Existe un mito que relaciona el autismo con la vacuna triple vírica que se administra a los 18 meses, pero es tan solo una simple coincidencia en el espacio y en el tiempo. Se han llevado a cabo muchas investigaciones para determinar si existe alguna relación entre la vacunación y una mayor prevalencia de los Trastornos del Espectro del Autismo (TEA). Los estudios se han centrado, especialmente en los posibles efectos de la vacuna triple vírica (sarampión, paperas y rubeola) y en aquellas que han utilizado el componente timerosal como conservante.

Después del desarrollo de numerosos trabajos de investigación a gran escala y a nivel internacional, actualmente, la comunidad médica y científica de todo el mundo apoya, de forma unánime, la conclusión de que no existe evidencia que relacione la vacunación y el desarrollo de los TEA.

La intervención en niños con TEA se diseña teniendo en cuenta el diagnóstico y características no solo del niño, sino de su entorno y las posibilidades que éste puede ofrecerle. Esta intervención debe ser duradera en el tiempo, y serán varios los profesionales (y quizá no profesionales: familia, amigos, vecinos...) que intervengan en ella. La continuidad de los especialistas implicados es un aspecto determinante de la evolución del niño y de la generalización de las adquisiciones educativas y de comportamiento.

El objetivo central de la intervención es la mejora de sus habilidades comunicativas y sociales, así como lograr una conducta autorregulada adaptada al entorno. Se debe intervenir en todas las áreas de desarrollo del niño, intentando compensar aquellos ámbitos más deficitarios, como son la comunicación y la socialización.

A modo de conclusión, podemos decir que la intervención educativa con niños con TEA, pasa por desarrollar estrategias de escucha activa que nos permitan conocer y comprender sus intereses y necesidades; que hagan posible trabajar desde la perspectiva del aprendizaje significativo, para poder así elaborar materiales individualizados que tengan que ver con su entorno social y emocional. El apoyo e implicación de las familias y el contacto permanente que les ayude a construir una estructura espacio - temporal,  abarcando todos los ámbitos de la vida del niño es fundamental, como lo es también, gracias a nuestro apoyo inicial, la creación de rutinas altamente funcionales que promuevan y potencien su independencia, y así lograr que sean felices.•



Nuria Lorenzo González
Logopeda
Hospiten Roca San Agustín y

Centro de Especialidades médicas Vecindario

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