Maternidad alienada

Noticia publicada el 01-07-2019

El embarazo-parto-puerperio conforma una etapa en la que se producen grandes cambios en la vida de la mujer, a todos los niveles. El camino hacia la maternidad es toda una experiencia cargada de necesidades, expectativas, emociones a flor de piel, miedos, luces, sombras… además, por las características de nuestra cultura, a menudo estamos desconectadas de lo que verdaderamente necesitamos.



Dos características de nuestra cultura: la negación al sufrimiento y la fe en la tecnología

Aunque es cierto que en ocasiones un embarazo puede complicarse, es de perogrullo decir que esta etapa en sí no es una enfermedad y, que la mayoría de las veces, todo fluye con normalidad. Ahora bien, sabemos que nuestra cultura se caracteriza por la negación (no aceptación) del sufrimiento, del envejecimiento y de la muerte. Ya desde la infancia se oculta la muerte (con la equivocada idea de que así evitamos el sufrimiento), y también se reprimen las emociones negativas: “no llores que eres mayor para eso”, “no estés triste que no es para tanto” y un largo etcétera. El mensaje recibido (y que quedará grabado para toda la vida) es que las emociones negativas hay que reprimirlas y negarlas, cuando lo ideal sería validarlas, aceptarlas, nombrarlas y posteriormente tratar de aliviar la tensión, como bien dice el psiquiatra Paul C. Holinger en su recomendadísimo libro “Qué dicen los bebés antes de empezar a hablar”.


En otras culturas, en cambio, saben aceptar las emociones negativas y están más preparadas para afrontarlas y asumir el sufrimiento, en las que aceptan la muerte sin tabúes como un proceso natural, sin darle esa dimensión trágica que nuestra cultura acostumbra. La pérdida de un embarazo o la muerte de un recién nacido son los casos más típicos de la negación social del duelo. Las parejas sufren un duelo negado, silenciado, donde su entorno en lugar de ayudarles les “des-ayudan” (con la mejor intención) con frases que banalizan su pérdida, tales como: “bueno, mejor ahora y no más adelante”, “eres jóven, ya tendrás más”, o “eran unas células de nada”… lo cual, añade más sufrimiento.

Por otro lado, la nuestra es la sociedad de los avances tecnológicos. Ahora que nos separamos de la religión que era, según Marx, “el opio del pueblo”, podríamos decir que nuestro nuevo opio es la “fe ciega” en los avances tecnológicos. La típica frase ante la pérdida de un ser querido: “cómo es posible que haya sucedido esto con los avances que hay”, encierra una negación absoluta al sufrimiento y a la muerte y una fe ciega en “los avances”. Por mucho que avance la ciencia no vamos a erradicar el sufrimiento ni la muerte. La evidencia científica ha demostrado que muchas prácticas intervencionistas que se hacen de forma rutinaria durante el parto son contraproducentes. A pesar de esto, estas prácticas son muy difíciles de erradicar, porque requiere tiempo cambiar la inercia de rutinas institucionalizadas hace ya muchos años, y por el poco apoyo a nivel social (tanto las y los profesionales sanitarios como las personas usuarias), pues en general se tiene poca confianza en la evolución natural de los procesos fisiológicos del cuerpo. Así, cuando algo sale mal, si se hizo mucho intervencionismo (por muy innecesario que fuera) se dice: “hicieron lo que pudieron”; ante el mismo resultado, si no se hizo intervencionismo innecesario, en lugar de ser un consuelo la idea de que al menos evitaron hacerle “perrerías” dirán: “es que no hicieron nada”- y, a pesar de que no intervenir hubiera sido lo correcto, como el resultado ha sido malo es fácil acabar en los juzgados. La contraproducente medicina defensiva de los “por si acaso” está a la orden del día. Recuerdo cuando era residente, algún ginecólogo que otro que nos aconsejaba: “tal como está la justicia es preferible que te denuncien por una cesárea de más que por una de menos, así es que a la mínima mejor una cesárea”. Por todo este miedo a todo y por la medicina defensiva se han disparado las cesáreas a porcentajes que indican (según la OMS) que no estamos haciendo bien las cosas.

¿Tecnología sí o no? Indudablemente sí, pero en los momentos que la evidencia científica indique su idoneidad, no a las intervenciones innecesarias que según la evidencia pueden ser perjudiciales.

 

El embarazo entre miedos, expectativas y exigencias

Durante el embarazo suele existir cierto miedo, y conferimos una fe ciega a la tecnología médica dando por hecho que nos librará de todo lo malo. Si bien es cierto que el control adecuado del embarazo puede protegernos de muchos problemas, no garantiza que todo vaya a salir bien, por otro lado, el hacer más controles médicos de los necesarios no mejorará los resultados (a veces, incluso hasta los pueden empeorar). El embarazo puede complicarse en cualquier momento a pesar de que todo haya evolucionado correctamente, sin embargo, no estamos preparados para asumir esta posibilidad. Las decisiones que tome, consciente y libremente, cada mujer de hacerse más controles de los necesarios dependerá de su realidad y sus experiencias, no soy quien para juzgar (es más, yo lo hice voluntariamente en alguno de mis embarazos), lo que pretendo transmitir es que nadie se engañe ni se haga falsas expectativas: los controles innecesarios raramente aporten algo que no aporten los controles que, según la evidencia científica, se consideran necesarios, e insisto, el que todo vaya bien no garantiza a un bebé sano, en medicina no existe 100% en nada.

Las expectativas de un embarazo ideal en base a los modelos socioculturales construidos también hacen lo suyo. En una sociedad del bienestar que, además de la negación del sufrimiento, se caracteriza por el culto a la belleza y el consumismo, en la que se vive deprisa; se construyen modelos de embarazos y maternidades muy superfluos que pueden influirnos en que vivamos esta etapa desconectadas de nuestras verdaderas necesidades. El modelo de maternidad imperante nada tiene que ver con la realidad: se impone como ideal una mujer lineal, en la que ni el embarazo ni el parto ha cambiado ninguna parcela de su vida:

• Ni su figura: para lo cual nos venden miles de productos, trucos, consejos para lucir bellas en el embarazo, potingues para prevenir estrías, otros tantos para evitar manchas, para relajarnos, para cuidarnos el pelo, para ayudar a recuperar rápidamente la figura tras el parto…

• Ni su apetito sexual: nos hablan en las revistas de moda sobre embarazo de “trastornos sexuales tras el parto” (perdona ¿he oído bien?). Pues sí, he visto tratar este tema dando a entender que es anormal que baje el deseo sexual tras el parto. Así que toca “esforzarse” para tener ganas y ¡a comprar lubricantes se ha dicho! para tener “atendida” a tu pareja, porque claro, es muy importante que tu pareja siga su vida igual (que traer un hijo al mundo, por lo visto, no cambia las cosas nada). ¡Es demasiado! de un proceso normal se sacan de la manga que no estamos bien. ¿Que cuándo hay que retomar las relaciones? ¡Pues cuando te lo pida el cuerpo! Es normal que no tengamos precisamente el deseo sexual a flor de piel durante un tiempo, nuestra pareja debe tener paciencia y entender que esto es una etapa natural, lo que necesitamos es estar volcadas con el nuevo bebé.

• Ni su vida, su bebé es buenísimo: es aberrante decir que un bebé sea bueno o malo, no existe esto, lo que existen son adultos que comprenden o que no comprenden sus necesidades. Un bebé no entiende donde termina el cuerpo de su madre y donde comienza el suyo, necesita sentirla constantemente. Y encima nos venden la necesidad de que hay que acostumbrarlos a que no demanden, dejarlos llorar, separarlos de la madre… También el lenguaje está lleno de frases hechas que normalizan lo que en realidad no es normal, como: “no lo cojas en brazos que se acostumbra”, “no pasa nada que llore, eso es bueno para los pulmones” ¡qué barbaridad!… Los bebés necesitan construir un apego seguro con su madre, pues se ha demostrado sobradamente (ya desde la teoría de Bowlby) que esto influirá para el resto de su vida (incluso en su etapa adulta).

• Ni su trabajo: tan cortas esas bajas maternales, qué poquito cuida nuestra sociedad la maternidad, pero encima se nos da a entender que esto es genial, que así desconectas de las “obligaciones” con tu bebé, que te realizas como mujer… volvemos a lo mismo: en el modelo social de maternidad ideal nada cambia en la mujer.

Nuestra sociedad no apoya la maternidad, está ciega frente a las necesidades del bebé y de la madre. Las sociedades que apoyan la evolución natural de la maternidad son sociedades más pacíficas, pues la neurociencia ha demostrado sobradamente que el apego seguro madre-hijo da lugar a futuros adultos más empáticos, más seguros, con mayor inteligencia para gestionar sus emociones y menos propensos a enfermedades mentales. Por eso, invertir en cuidar a las madres es invertir en una sociedad futura mejor. Que se nos meta en la cabeza: la madre necesita estar con su bebé, eso es lo normal, lo que está en sus genes, lo que le pide el estado neurobioquímico que se produce en esa etapa, y nos empeñamos en verlo al revés: las mujeres que rápidamente vuelven a su vida tal y como era antes, en un tiempo record, sin apenas notarse el paso de la maternidad por su cuerpo son las “superwoman”; en cambio, las que se dan permiso para vivir esta etapa con toda su plenitud se les etiqueta de ñoñas, antiguas, marujas o de flojas… cuando en realidad son las más sabias, porque esta etapa pasa, y luego nos arrepentimos de no haberla disfrutado plenamente.

Esta patología inventada por nuestra cultura que se llama síndrome del nido vacío ¿no será producida porque no se disfrutó de la maternidad con la intensidad que se requiere en su debido momento? Si nuestras hijas e hijos están llenas de madre y las madres llenas de hijos, y se ha satisfecho adecuadamente cada etapa, seguramente no habría “nido vacío”, aceptaríamos la nueva etapa con la alegría de verlos volar.

Con respecto a las exigencias: no confundamos las necesidades verdaderas madre-bebé con las necesidades inventadas por nuestra sociedad. Cuando somos madres comienza la cuenta atrás, así es que tenemos que recuperar la silueta y estar monísimas cuanto antes, volver al trabajo, “atender” a nuestras parejas, a nuestras amistades (¡uy, algunas visitas insufribles recién paridas!), lucir sonrisa, el “aquí-no-ha-pasado-nada”… Las amistades con toda la buena intención ofrecen su ayuda al revés: en lugar de cooperar para que la madre esté tranquila con su bebé, se ofrecen para estar con el bebé para “librar” a la madre de sentirse “atada” a semejante criatura. Nos esmeramos en comprar todo ese “kit” para el bebé: carro, cuna, trona, cuco, columpio musical, moisés, ositos, habitación con su mobiliario... (yo también lo hice en su día) y perdemos el foco de lo verdaderamente importante: los bebés no necesitan nada más que una sola cosa, el cuerpo materno, contacto, que se les acurruque, que se atiendan sus necesidades cuando lloran. Que no nos suplanten las verdaderas necesidades por falsas necesidades.

 

El choque de las expectativas con la realidad

Con esta visión de la maternidad tan desconectada de las necesidades de la madre y el bebé, es fácil entender el choque con la realidad que sufren muchas mujeres tras el parto. Resulta que lo que necesitas es totalmente diferente a lo que tu cultura te ha hecho creer. Tus hormonas, la interacción de las mismas con tus neurotransmisores dota a tu cuerpo de un instinto que no sabes descifrar porque no hay conexión entre lo que te dice tu cuerpo y lo que te dice tu mente. Es en este punto donde se produce el choque, ahí está la desconexión, donde no comprendes qué está pasando, te encuentras mal, también te sientes culpable por no estar a la altura de lo que esperabas de la maternidad, te entristeces y te sientes aun más culpable por no lucir esa sonrisa permanente de oreja a oreja que se esperaba de ti.

Este choque entre lo natural y lo cultural es lo que nos hace percibir la maternidad como una etapa dura. Si nos dejásemos llevar por la sabiduría de nuestros cuerpos, dejando fluir las verdaderas necesidades del tándem madre-bebé, viviríamos la maternidad como una etapa gozosa, no sentiríamos la presión ni el choque entre lo que esperábamos y lo que en realidad es ser madre. No se trata de ser una madre abnegada, sino todo lo contrario: disfrutar de una maternidad gozosa, dejarse mecer por el ritmo.

 

Los consejos que me hubiera gustado recibir

Tengo cuatro hijas, con la primera, no supe disfrutar su etapa de bebé todo lo que me hubiera gustado. No supe entender la tristeza que me invadió durante unos días, no supe tantas cosas que me hubiese gustado saber, sentía pánico de ver como un ser tan indefenso pudiera necesitar tanto de mi. Ojalá hubiese tenido toda la información que tengo ahora. Aquí van los consejos que me hubiese gustado recibir cuando comencé esta aventura de ser madre:
Si estás embarazada o acabas de ser madre date permiso para disfrutar de esos irrepetibles momentos en los que madre-hijo sois uno, saborea cada momento, lejos de las pretensiones de esas maternidades de disfraz que nos confunden.

Aleja la idea de necesitar un bebé “bueno” que solamente coma y duerma y que no te moleste. No temas que el bebé necesite constantemente de ti, escúchate y date cuenta de que tú también lo necesitas, date permiso para entregarte a sus necesidades afectivas, que en definitiva son también las tuyas, porque al igual que un bebé no puede estar sin su madre, una madre no puede estar sin su bebé.

No quieras acelerar nada, no estés constantemente pendiente de pasar cada etapa a toda prisa, el día de hoy no volverá a repetirse jamás, disfruta el presente, entrégate a lo que tu sabio instinto te pide a gritos.

Tu bebé es un ser único e irrepetible, confía en su propio ritmo, no pretendas competir con los bebés de los demás, no te importe si los demás están más así o asao que el tuyo, si pesan más, si duermen más, si son más espabilados. No compitas jamás, ni dejes que estas tonterías te influyan, nada es más importante que el amor, entrégate al amor por tu hijo, de lo demás nada es tan importante.•

 

¿Sabíais que…?

¿Sabíais que la depresión postparto solamente existe en occidente? en otras culturas, que son más respetuosas con la naturaleza y que están más conectadas con las verdaderas necesidades de la maternidad, la depresión postparto simplemente no existe, con lo que está claro que es una enfermedad propia de nuestra cultura.

¿Sabíais que se ha demostrado que la lactancia materna (entre sus múltiples beneficios) disminuye la incidencia de depresión postparto en la madre?
No nos dejemos robar nuestra maternidad, no nos apartemos de nuestros instintos.



Dra. Miriam Al Adib
Ginecóloga
www. miriamginecologia.com

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